Las colecciones en su actual recinto

Las colecciones en su actual recinto

Durante la primera mitad del siglo XIX se hicieron reestructuraciones en el museo que, a la par de la consolidación de las disciplinas científicas especializadas, generaron que una sección importante del acervo del Museo Nacional se fragmentara y se distribuyera en sedes estatales (fig. 1).
Para 1907,  gracias al trabajo de Eduard Seler, sabemos que el museo contaba con 10,122 objetos, no sólo de México, sino también algunos de Sudamérica y otros de las culturas mounds de Estados Unidos de Norteamérica. Además de las piezas arqueológicas, se custodiaba un valioso corpus de documentos pictóricos, de los cuales estaban expuestos 30 títulos originales y 12 copias. Entre los más importantes se encontraban: la Tira de la Peregrinación, el Mapa Sigüenza, el Plano de Papel de Maguey y la Matrícula de Tributos (fig. 2).
En 1909, todos los objetos de la colección de anatomía comparada, botánica, geológica, mineralógica, paleontológica, teratología y zoológica que durante décadas habían convivido con el patrimonio arqueológico en el recinto de Moneda, fueron llevadas a un nuevo local: el Museo de Historia Natural. Además en 1939 se creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el cual a partir de ese momento fue el organismo encargado del cuidado, estudio, difusión y protección del patrimonio arqueológico, antropológico e histórico de nuestro país.
La colección del museo sufrió en 1940 una segunda división. Por instancia del presidente Lázaro Cárdenas, el Castillo de Chapultepec se convirtió en el Museo Nacional de Historia, lo que provocó que todas las piezas posteriores a la época colonial se mudaran a ese recinto.
Entonces fue necesario reorganizar el museo. En esa tarea participaron personajes de la talla de Alfonso Caso, Miguel Covarrubias, Ignacio Marquina y Eduardo Noguera. El resultado fue la primera sala temática del museo, la Mexica. En 1952, se crearon nuevas salas por cultura con lo que se dejó atrás el almacenamiento que había regido las distribuciones anteriores.
Las colecciones en el Bosque de Chapultepec
Los cambios provocados por la nueva organización del museo trajeron consigo la idea de un nuevo recinto que albergara la creciente colección. Ese objetivo se alcanzó en 1963 cuando inició la construcción del edificio del Bosque de Chapultepec.
Uno de los objetivos de construir un nuevo edificio era mejorar los métodos que permitieran estudiar, conservar y divulgar el patrimonio cultural, amenazado constantemente por elementos naturales y el saqueo agresivo, así como incorporar gradualmente los patrones de vida indígena a la realidad social del país por medio de la etnografía nacional.
El diseño del nuevo museo estuvo a cargo del Arq. Pedro Ramírez Vázquez. La organización interna recayó en un nutrido grupo de interesados y especialistas de los pueblos indígenas del país: la Sra. Amalia de Castillo Ledón, el Lic. Alfonso Caso, el Arq. Ignacio Marquina, el Dr. Eusebio Dávalos, el Prof. Jorge Enciso, el Prof. Luis Aveleyra y el Lic. Antonio Arriaga.

Cada uno de los nuevos curadores solicitó piezas para enriquecer la colección que hasta ese momento tenía el Museo Nacional. Se pidieron objetos a museos regionales y extranjeros, así como a coleccionistas privados y se planearon diversas expediciones arqueológicas y etnográficas para obtener piezas aptas para ser exhibidas (figs. 3 y 4).
El museo adquirió entre 1951 y 1965 cerca de 4,000 objetos arqueológicos, entre ellos la Ofrenda 4 de La Venta; un nutrido lote de figurillas preclásicas del Altiplano –de las que destacan las conocidas coloquialmente como “mujeres bonitas” – y las hachas de las culturas del Golfo de México, todas ellas provenientes de la Colección Covarrubias; un abundante grupo de objetos mayas de jadeíta que donó el exgobernador de Yucatán, José Palomeque, las máscaras de estilo Mezcala, concedidas por el empresario William Spratling, entre muchas otras. De los proyectos de excavación del INAH provienen la famosa escultura El acróbata, los dinteles y estelas mayas de Yaxchilán y las figurillas de Jaina; las cabezas colosales olmecas y la estela de La Ventilla de Teotihuacán, por mencionar sólo algunas.
En los años que siguieron a la inauguración del nuevo museo en 1963, la colección también aumentó gracias a las numerosas donaciones que la población hizo de sus hallazgos fortuitos. No obstante, en 1971 una nueva normatividad estableció que las colecciones sólo pueden ampliarse con los objetos derivados de los proyectos de excavación del INAH. Así, de los trabajos arqueológicos realizados en el último tercio del siglo XX se obtuvieron piezas como el mono Ehécatl, la ofrenda del Templo Mayor o los cinco braseros de Tláhuac, todos ellos de la cultura mexica, así como los bustos de madera de El Manatí y el tablero de juego de pelota de Toniná.
Las colecciones del actual Museo Nacional de Antropología se han enriquecido hasta alcanzar un volumen imposible de exponer en su totalidad. A la fecha, el museo cuenta con 7,761 piezas arqueológicas en exhibición; por su parte, la sección etnográfica expone 5,765 objetos.

Un espacio museístico del nuevo siglo
Muchos son los retos a los que hace frente este recinto. Desde 1993 ha tenido transformaciones que lo incluyen en la dinámica del mundo contemporáneo. Siempre consciente de la necesidad de refrescar las perspectivas de estudio, el museo se ha abierto en los últimos años hacia nuevos y más sólidos enfoques de reconocimiento y revaloración de la realidad multicultural de México. A partir del 2000 el discurso museográfico de varias salas se ha renovado, lo que implica la actualización de cedularios y su presentación en inglés, la exhibición de piezas antes guardadas en las bodegas y el uso de una nueva propuesta de comunicación, orientación y servicios acorde a los avances museológicos y tecnológicos. El trabajo fue un esfuerzo conjunto de investigadores, museógrafos, técnicos y autoridades que trajo dos grandes novedades a la antigua distribución: por un lado, se remplazó la sala Orígenes por una que definiera un concepto más amplio e hiciera hincapié en el valor del patrimonio, y por el otro, se sustituyó la sala Introducción a Mesoamérica por un espacio de exhibiciones temporales sobre los avances en los estudios arqueológicos, etnográficos y antropológicos de México.

Aunado a ello, el uso de la tecnologíanos permite transmitir el valor del patrimonio a más personas y en más lugares en el mundo, lo que fortalece las funciones institucionales de educación, divulgación y protección del patrimonio.