PIEZA DEL MES ARQUEOLOGÍA

DICIEMBRE 2017

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Número de Catálogo: 11.0-04387


El Ídolo rojo


A finales del año 1900, durante el gobierno de Porfirio Díaz, se realizó la construcción de un colector de aguas que recorría la calle de Las Escalerillas (hoy República de Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México). El arqueólogo Leopoldo Batres fue comisionado para dirigir las excavaciones de salvamento a lo largo de la ruta del drenaje que atravesó de oriente a poniente la calle mencionada. En el extremo norte de la Catedral Metropolitana encontró la escultura de Macuilxóchitl “5 Flor”, a la cual se le llamó Ídolo rojo, rodeada por representaciones de diversos instrumentos musicales elaborados en piedra y barro.

Estas exploraciones fueron anteriores al uso de la técnica de estratigrafía, tan importante en la arqueología, pero el gran mérito de Batres fue ubicar los hallazgos, así como preservar y publicar los materiales que se hubieran perdido con esta intervención. Desafortunadamente la excavación destruyó importantes vestigios del recinto sagrado de Tenochtitlan, incluyendo parte del templo dedicado a Macuilxóchitl.

Setenta años después, durante las obras de la Línea 2 del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) se realizó una segunda intervención en el área. En esta ocasión, el arqueólogo Jordi Gussinyer recuperó los restos de un pequeño edificio, al cual llamó Estructura H. Se trata de un templo decorado con motivos asociados a la iconografía del dios Macuilxóchitl, los cuales consisten en moños formados por cintas en colores rojo y blanco, delineadas en negro. Debido al interés que despertó la pintura mural que cubría este recinto, se decidió preservarlo de su destrucción total, protegiéndolo con un armazón de varilla de acero y concreto, para ser trasladado y reconstruido en el jardín de la Sala Mexica de este museo, donde permanece hasta la fecha.

Macuilxóchitl, “5 Flor”, era considerado por los mexicas como el dios patrono de la música, los bailes y el juego. De acuerdo con el relato del padre Sahagún, se equiparaba con Xochipilli, el príncipe de las flores y encarnación del Sol del crepúsculo relacionado con la fertilidad agrícola. De acuerdo con la descripción que encontramos en las fuentes históricas, su rostro resplandecía de rojo y tenía un tocado de plumas descrito como “su cresta de pájaro”. En el pecho de esta escultura se observa un hueco en el que depositaban una piedra verde a manera de “corazón” del dios.

Los objetos rescatados, en 1900, junto al Ídolo rojo y que formaban parte de su ofrenda, son representaciones en piedra y barro de diversos instrumentos musicales que los mexicas utilizaban en sus fiestas y ceremonias: flautas, sonajas, pequeños timbales con la imagen del dios, teponaztli (xilófonos), omichicahuaztli (raspadores en forma de hueso), tetl (piedras) y caparazones de tortuga con sus percutores.

Gracias a los trabajos arqueológicos que se han realizado en el área aledaña al recinto, hasta el momento se han descubierto otras tres pequeñas estructuras similares al templo de Macuilxóchitl descubierto por Gussinyer. Dos de ellas flanquean al Templo Mayor al norte y al sur, y los vestigios de un tercero fueron encontrados en la calle República de Argentina, alineado con los anteriores. En conjunto se conocen como “templos rojos” por el color predominante en su decoración. El que ahora nos ocupa se encontraba en línea con el templo de Huitzilopochtli, en estrecha relación con la cancha del Juego de Pelota del recinto sagrado. Estudios recientes han demostrado que tanto el Ídolo rojo como su ofrenda, estaban asociados a este templo dedicado al culto de Macuilxóchitl.

 

Arqlga. Bertina Olmedo Vera
Curadora-investigadora, MNA