DICIEMBRE 2025
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Esta espléndida escultura que representa un corazón humano fue localizada dentro de un espacio identificado como Tlillancalco, o “Lugar de la casa negra”, muy cerca del recinto sagrado del Tenochtitlan. La pieza posee una especial relevancia, ya que evoca el corazón de Cópil, personaje central en el mito fundacional de Mexico-Tenochtitlan.
La escultura representa un corazón humano labrado en una piedra de color verde con inclusiones de minerales de otros colores como el rojo y el amarillo. En la base, el corazón tiene labrada la imagen de un rostro fantástico con ojos, dientes y una bigotera de forma recta con extremos en espiral, la cual es un atributo del dios Tláloc. Al centro de la pieza se observa una banda con una cresta que simula las capas del músculo. Tiene una cuenta en medio, símbolo de lo precioso. En la parte superior presenta dos relieves formando una espiral, que indican el lugar donde se conectan venas y arterias.
El corazón humano estuvo muy ligado al destino de los mexicas desde el principio de su historia. Según el mito que contaban, salieron de su hogar original, que se llamaba Aztlán, buscando un lugar para vivir porque así lo ordenó su dios patrón Huitzilopochtli. Después de muchos años, llegaron al cerro de Chapultepec. En este lugar sufrieron una terrible derrota a manos de pueblos de los alrededores. Según se narra, los mexicas culparon de la derrota a Cópil, hijo de Malinalxóchitl, la hermana hechicera de Huitzilopochtli. Por eso lo mataron, le arrancaron el corazón y lo arrojaron hacia adentro del lago donde estaba un islote. Tiempo después, los migrantes llegaron a este preciso lugar y vieron la famosa señal que su dios les había pronosticado para fundar su cuidad: del corazón de Cópil, convertido en piedra, había nacido un nopal de tunas rojas sobre el que se posó un águila real, símbolo del Sol. Aquí fundaron su ciudad, la llamaron Mexico-Tenochtitlan, y desde entonces los mexicas adquirieron la responsabilidad de alimentar al Sol. Esto lo hacían con corazones de los cautivos de guerra, el alimento divino.
Bertina Olmedo Vera
Curadora-investigadora, MNA