PIEZA DEL MES ARQUEOLOGÍA

ABRIL 2021

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Número de Catálogo: 09.0-03893


Candelero teotihuacano


Entre los objetos de barro más representativos de la cultura teotihuacana se encuentran los candeleros. Se trata de artefactos pequeños, parecidos a una vasija, pero modelados en formas muy diversas. Entre sus atributos distintivos están sus cavidades cilíndricas, llamadas cámaras. La mayoría de los candeleros tienen dos, y suelen llevar perforaciones en cada una de sus caras laterales.

Pese a su abundancia en los contextos arqueológicos, todavía no se define la función precisa que tuvieron estos objetos portátiles. Durante la época colonial, los habitantes de San Juan Teotihuacan los llamaron “candeleros” porque les pareció apropiado reutilizarlos para soportar velas o candelas. Sin embargo, no hay evidencia de que los teotihuacanos prehispánicos hayan iluminado así sus casas. De hecho, Bernal Díaz del Castillo asegura que los españoles tuvieron que enseñar a los indígenas a elaborar sus primeras velas.

¿Quiénes más concluyeron que estos artefactos se usaban como incensarios o lámparas portátiles? Eduard Seler, Zelia Nuttall y Manuel Gamio. A principios del siglo xx, estos investigadores aseguraban haber hallado restos de copal y cera de abeja en el interior de las cámaras. A partir de entonces, se propuso que los candeleros debieron tener un significado importante durante las ceremonias nocturnas. Sin embargo, se precisan más análisis químicos. Para los arqueólogos, la cuestión de su empleo en tiempos prehispánicos quedará zanjada si se toma en cuenta el contexto donde fue depositado cada artefacto, por ejemplo, al interior de una habitación, de un templo o de un entierro.

En vista de que los candeleros no abundan en las residencias de la elite, se les asocia a rituales domésticos practicados por gente humilde. Su superficie exterior se muestra indistintamente rugosa, lisa o pulida. Se han encontrado desde uno hasta cientos de ejemplares apiñados en más de un conjunto habitacional teotihuacano. Tan solo en Yayahuala había 3,700.

Lo que sí sabemos con certeza es que la manera de elaborar y decorar los candeleros de Teotihuacan cambió a lo largo de cuatro siglos de historia (250-650 d.C.). Miles han sido clasificados según sus formas: cuadrados, ovoides, hexagonales, antropomorfos o como talud-tablero. Los ejemplares más insólitos han aparecido en sitios arqueológicos del centro y sur de Veracruz, la costa del Pacífico sur, en Kaminaljuyú (Guatemala) y hasta Copán (Honduras). No fueron hechos en el centro de México; antes bien, son imitaciones o versiones locales de un artefacto teotihuacano, muy apreciado por quienes buscaban reproducir sus propios rituales domésticos durante el Clásico mesoamericano.

Mtro. Edgar Ariel Rosales
Curador-investigador, MNA