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Murió Rina Lazo, autora de las réplicas de los murales de Bonampak


El Xibalbá abre las puertas a su hija predilecta. La recibe el abrazo del Abuelo Maíz, de Diego, de su inseparable Bustos. Llora Guatemala, llora México, llora el arte.

 

En Bonampak, antigua ciudad maya resguardada por la selva, se conservó casi intacto, a pesar de más de mil años de abandono, un magnífico edificio de 17 metros de largo por cuatro de ancho y poco más de cinco de altura. El denominado Edificio de las Pinturas consta de tres habitaciones cuyo interior decorado con pinturas murales maravilló a dos visitantes extranjeros que, un día de 1946, llegaron hasta ahí guiados por los lacandones que ya conocían este antiguo asentamiento.

Su descubrimiento fue parteaguas en la atención mediática que recibió la arqueología mexicana, en especial la cultura maya, pues la prensa de aquel tiempo lo calificó como el más importante hallazgo arqueológico de esta civilización y el primer gran descubrimiento en México después de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la lejanía de la antigua ciudad y la dificultad que representaba el acceso al sitio, imposibilitaba la visita por parte de la población, incluso, desde su hallazgo y hasta la apertura del sitio, a principios de los noventa, solo algunos grupos de investigadores lograron llegar hasta él abriéndose paso a golpe de machete entre las lianas y las fieras de la selva lacandona.

Fue en ese contexto, al tiempo que se desarrollaba el proyecto para la construcción del nuevo Museo Nacional de Antropología en Chapultepec, que se decidió traer a la capital, en forma de copia fiel, esta importante obra pictórica maya considerada como una de las joyas del arte universal. Rina Lazo, alumna de Diego Rivera que principalmente se había dedicado a la pintura mural, fue la pintora elegida entre varios artistas para realizar tan importante trabajo.

Rina se inició como pintora en Guatemala, su país natal, de ahí vino a México becada. Fue entonces cuando comenzó a trabajar con el maestro Diego Rivera. Sus obras más importantes, hasta entonces, eran Tierra fértil, mural al fresco realizado en el Club Italiano de Guatemala; los murales de Atencingo, Puebla, que se encuentran en la Sociedad Cooperativa Ejidal y en los cuales trabajó juntamente con su esposo Arturo García Bustos; un mural en la Escuela Rural de Temixco, Morelos; Los cuatro elementos, fresco que pintó en el entonces Distrito Federal, así como obras de caballete que se calificaban dentro de la escuela surrealista mexicana. Asistió a Rivera en la realización de murales como Sueño de una tarde dominical en la Alameda CentralEl agua, origen de la vida sobre la Tierra (1951) en Chapultepec, La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista (1952) en el Estadio Olímpico Universitario y El pueblo en demanda de salud (1954), en el Hospital La Raza, entre otros. Para 1963, Rina ya había obtenido dos medallas de oro en concursos internacionales y varios premios nacionales e internacionales en pintura y grabado.

 

Las réplicas del Museo Nacional de Antropología

Rina Lazo estuvo en Bonampak más de tres meses, con solo tres breves interrupciones necesarias para abastecerse de víveres. En una entrevista concedida a periodistas con motivo de la inauguración de la réplica, relataba que mientras estudiaba la técnica maya, entre el rugido de las fieras, la amenaza constante de víboras, alacranes, tarántulas y hormigas, tenía de cabecera la pistola, el rifle o cuchillo listos para cualquier eventualidad, y que en alguna ocasión se vio obligada a dormir en la copa de los árboles.

Gracias a ese esfuerzo pudo imitar la técnica maya, al fresco, con algunas innovaciones para lograr mayor exactitud en la copia de los murales que datan del siglo VIII de nuestra era. Llegó a la conclusión de que no era posible reproducir las pinturas utilizando la técnica impresionista que consistía en colocar directamente el color en las paredes, sino que era necesario imitar fielmente la técnica maya original colocando capas de colores superpuestos para lograr las transparencias de color.

Para hacer la copia fiel, Lazo hizo una calca completa y directa de los dibujos con un papel transparente. Para este trabajo contó con la ayuda de varios pintores: Arturo García Bustos, en el primer viaje; Nicolette Valderrama y Lorenzo Guerro, en el segundo; Susana Neve y Jorge Ramírez, en el tercero.  A esta primera fase del trabajo le siguió el estudio del colorido. Así, investigando, encontró que para la mayor precisión de los colores fue necesario utilizar pigmentos de la región recogidos en forma de piedras de la misma selva que, molidos y lavados, dieron los colores exactos. Los colores de la paleta fueron entonces bautizados con nombres mexicanos como “Amarillo Bonampak” y “Tierra de Tenocique”.

A su regreso a la capital, Rina pasó dos años plasmando las figuras al fresco en los muros de la reproducción del templo facsímil construido en el jardín anexo a la sala maya del museo. Con este trabajo, reafirmó aquello que en alguna ocasión el maestro Rivera dijo: “En materia de muralismo, nada hemos aprendido de los europeos, teníamos ya una gran cultura pictórica”.

 

En México, se le recuerda como una de las creadoras plásticas más comprometidas con el convulso devenir sociopolítico y cultural del siglo XX mexicano; así como por su generosa entrega a la docencia que desempeñó en instituciones como la Escuela de Restauración del INBA o la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca. En el Museo Nacional de Antropología dejó una verdadera obra de recreación, que solo podía lograrse con un largo, paciente y atento trabajo técnico unido a una muy viva intuición de artista. Rina Lazo falleció el viernes 1 de noviembre de 2019 a los 96 años de edad.